El sillón maldito para hablar con el diablo

20.09.2024

En el Museo Provincial de Valladolid se conserva un asiento de madera y cuero que se ha cobrado tres víctimas mortales y tiene una prohibición explícita de que nadie se siente en él.

Es el conocido como sillón del diablo. Un cordón evita que nadie se siente en él. Para conocer su historia hay que remontarse varios siglos atrás. 

En 1550 un estudiante de Medicina, el portugués Andrés de Proaza, fue denunciado porque del sótano de su casa salían cada noche sonidos de llantos, gemidos y suspiros. Incluso se llegó a ver cómo las aguas del río Esgueva, que transitaba junto al edificio, bajaban con un color rojizo.

La Policía investigó los hechos y, cuando entró en el sótano, encontró una escena terrorífica: había órganos de un menor diseminados junto a restos de adultos repartidos en una macabra mesa de operaciones. Fue acusado de practicar la nigromancia (magia negra y diabólica). 

En el juicio ante el Tribunal del Santo Oficio, de Proaza declaró que tenía un pacto con el diablo con quien se comunicaba directamente a través de un sillón.

También dijo que quien se sentara en el sillón recibía un poder natural para curar enfermedades y adquiría secretos de nigromancia, pero solo los sabios de la Medicina podrían sentarse en el sillón, ya que si no eran merecedores de este título, morirían en tres días. Además, moriría quien destruyera este sillón.

Andrés de Proaza, estudiante de la Universidad de Valladolid, fue condenado a morir en la horca. Precisamente, el sillón se encontraba en la universidad.

Desde aquella condena, nadie quiso el sillón, pero años después, un conserje lo descubrió bajo una capa de polvo y lo cogió como silla para descansar. Murió tres días más tarde.

Otro conserje hizo lo mismo años más tardes. Y también murió.

El sillón terminó almacenado en la antigua capilla de la Universidad de Valladolid colgado en una pared y boca abajo para que nadie se sentara en él. Así estuvo hasta que pasó a formar parte de los fondos del Museo Provincial en el Palacio de Fabio Nelli de Valladolid.

Por si alguien tiene la tentación, el sillón se expone con un cordón en el centro para que nadie se siente en él. Aparentemente, es un sillón antiguo, pero inofensivo. Aparentemente.