Viajar desde los libros: páginas que se convierten en destinos

10.04.2019

Escritores de todos los tiempos han narrado viajes y han ambientado novelas en ciudades que conocían bien. Esto ha servido a lectores de todo el mundo a conocer escenarios que tenían a muchos kilómetros de distancia. Hay libros donde el lugar cobra un gran protagonismo, hago un repaso por algunos de ellos.

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Federico García Lorca era un joven portento de la música. Sin embargo, un viaje de estudios en el que cruzó toda España de la mano de su profesor Martín Domínguez Berrueta le marcó de tal manera que la literatura desplazaría a la música en su vida para beneficio de las letras universales. De hecho, su primer libro, Impresiones y paisajes, ofrecería retazos de aquel viaje mostrando su paso por ciudades como Ávila o Burgos. "Hay en nuestra alma algo que sobrepuja a todo lo existente. En la mayor parte de las horas este algo está dormido; pero cuando recordamos o sufrimos una amable lejanía se despierta, y al abarcar los paisajes los hace parte de nuestra personalidad", dice Lorca en el prólogo de esta obra donde no falta su Granada:

"El sol aparece casi sin brillo..., y en ese momento las sombras se levantan y se van..., la ciudad se tiñe de púrpura pálida, los montes se convierten en oro macizo, y los árboles adquieren brillos de apoteosis italiana".

La relación del viaje y la literatura es innegable. Ya el Códice Calixtino del siglo XII custodiado en la Catedral de Santiago de Compostela se considera la primera guía de viajes de Europa con una descripción del camino para peregrinos. 


La vuelta al mundo en 80 días ¡y en 81!

El primer recuerdo literario para muchos de los que hoy somos adultos quizás sea La vuelta al mundo en 80 días, bien por el libro de Julio Verne, su adaptación cinematográfica o los dibujos animados de televisión. Nuevamente se incrusta un viaje en la literatura. El libro protagonizado por Phileas Fogg fue publicado en 1872. 115 años después, un español, Manu Leguineche, publicó un libro titulado La vuelta al mundo en 81 días en el que intentó rememorar el viaje de la novela de Verne sin utilizar el avión ¿piensas que le fue más fácil? Al contrario, se encontró con bastantes dificultades para surcar los 40.000 kilómetros. De hecho, Verne lo hizo en un mundo en el que cada día más de cien barcos salían de Nueva York con destino a Londres. Por su parte, Leguineche tuvo que esperar ocho días y además no regresó con una princesa enamorada, ni pudo comprar un barco al que poder arrancar los mástiles para alimentar las calderas.


Libros de viajes: la ruta 66

Más acotado a un país, aunque también de una importante extensión, es la mítica ruta 66 estadounidense. La misma se hizo popular a partir de la novela de Jack Kerouac, En el camino, publicada por primera vez en 1957 y que está basada en un monólogo interior del autor en torno a los viajes que hizo junto a sus amigos por Estados Unidos y México. Esta obra definitiva de la generación beat se inspiró en la bohemia en torno al jazz, la poesía o las drogas. Es un título que sigue siendo aún influyente pues se estima que reedita en torno a 100.000 copias anuales.


Javier Reverte, el gran escritor de viajes español

Un escritor español que ha conseguido ganarse la vida con la literatura de viajes es Javier Reverte. El sueño de África, El río de la luz o Corazón de Ulises son algunos de sus títulos. Hablando de Ulises... ¿No es la Odisea de Homero un libro de viajes en el que se narra todo el sufrimiento del héroe por distintas regiones hasta regresar a Ítaca? Pues sí, y fue escrita en el siglo VIII antes de Cristo.


El viajero romántico: Andalucía

Andalucía fue un escenario literario que durante el siglo XIX atrajo a multitud de viajeros extranjeros atraídos por tabernas, bandoleros y pueblos repletos de historia. Uno de los más conocidos fue el neoyorkino Washington Irving que descubrió la Alhambra al mundo, pero también su ruta por Andalucía. Con uno de estos viajeros, el francés Prosper Mérimée, surgió el mito de Carmen a partir de la novela en la que se basó posteriormente la ópera de Bizet y mucha filmografía que mostraba cómo era la vida en los bajos fondos de la Andalucía de la época.


Ciudades en libros de todos los tiempos

Los libros nos hacen viajar, pero no solo los libros de viajes. Uno de los elementos básicos de cualquier narración es el escenario y ese escenario nos puede servir para trasladarnos hasta la ciudad donde se desarrolla el argumento del libro. Incluso, si añadimos el elemento tiempo, podemos estar hablando de una ciudad dando un salto a otras épocas. Así, por algunos de los más grandes escritores podemos trasladarnos hasta el Dublín del Ulises de James Joyce, la Nueva York de Manhattan Transfer de John Dos Passos o el Londres posterior a la Primera Guerra Mundial en el que Clarissa Dalloway vive su día a día dentro de la novela Mrs. Dalloway de Virginia Woolf. También podemos fugarnos hasta Kenia a partir de los paisajes de la sabana de las Memorias de África de Dinesen. ¿Y qué me dicen de París? Los miserables de Víctor Hugo, Madame Bovary de Flaubert o París era una fiesta de Hemingway, son todos libros ambientados en la capital francesa.

Tras el incendio de Notre Dame se ha vuelto a poner de moda el libro de Víctor Hugo, Nuestra Señora de París, que gira en torno a la catedral con la historia de Quasimodo y Esmeralda. Gran protagonismo de una catedral tiene en un libro español la catedral de Oviedo, hablamos de La Regenta de Leopoldo Alas 'Clarín', aunque nunca se menciona tal nombre de ciudad, sino la de Vetusta. Tampoco se menciona el nombre de Salamanca en Entre visillos de Carmen Martín Gaite, pero por el origen de la escritora y las descripciones de los paseos de sus protagonistas, parece no existir duda, tampoco en las subidas a la torre de su catedral.

La geografía nacional, y en concreto, pequeños pueblos de la provincia de León, se dejan sentir en Historia de una maestra de Josefina Aldecoa, que refleja la vida de miseria en la España interior en los tiempos previos a la Guerra Civil.

Pero acercándonos a una literatura más actual, muchos hemos vivido cómo un niño llamado Daniel Sempere crecía por las calles de la Barcelona de posguerra en La sombra del viento o hemos conocido algunos de los acontecimientos que sucedían en Chile entre las páginas de Isabel Allende en La casa de los espíritus. Para otros, Estocolmo pasó de ser una capital lejana a una ciudad que muchos lectores de la trilogía Millennium de Stieg Larsson han llegado a visitar sin dejar de pasarse por Gotgatan, donde el protagonista tiene su oficina.

En la narrativa española que hoy tenemos en las librerías no nos faltan ejemplos de novelas donde el elemento escenario cobra mucha importancia, tanto hasta llevarla al papel central como la obra Sur de Antonio Soler, centrada en la ciudad de Málaga. El silencio de la ciudad blanca de Eva García Sáenz de Urturi nos traslada a Vitoria, El guardián invisible de Dolores Redondo ha disparado el turismo en el navarro Valle del Baztán, mientras que con Puerto escondido, de María Oruña, podemos conocer muchos detalles de los pueblos cántabros. Recientemente he descubierto la saga de los Ojos de agua, de Domingo Villar, situada en Galicia, y muchas otras que vendrán.


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