5 lugares y 5 poemas para recordar a Federico García Lorca

12.07.2019

Si hay lugares en España para recordar al poeta Federico García Lorca, esos están en Granada y su entorno, aunque tampoco nos podemos olvidar de Madrid. Hago un recorrido que nos lleva desde Fuente Vaqueros a Granada capital y desde la Residencia de Estudiantes al barranco de Víznar acompañado por algunos poemas de Lorca.

Durante el curso 2018-19 he trabajado en un instituto en las inmediaciones de la ciudad de Granada. Ya el primer día, acercándome a mi destino, vi un cartel que indicaba, a través de una quebrada carretera, que por allí se llegaba a los pueblos de Víznar y Alfacar, por lo que de repente no pude evitar en acordarme de la figura de Federico García Lorca. En una mañana del mes de otoño visité el barranco de Víznar, más abajo cuento mis impresiones tal cual las sentí. Pero aprovechando mis días por Granada he completado con otras visitas a lugares de interés relacionados con el poeta y dramaturgo, añadiendo además su querida residencia madrileña. Hago el recorrido y propongo poemas de Lorca para cada uno de estos lugares.


Fuente Vaqueros

Es el pueblo natal de Federico García Lorca. El 5 de junio de 1898 nació el autor en Fuente Vaqueros, localidad que conserva la casa natal como museo, quedando además cerca del Centro de Estudios Lorquianos, que suele acoger interesantes exposiciones. Federico permaneció en esta localidad de la vega de Granada hasta los once años, etapa en la que influyó en sus gustos literarios su madre, Vicenta Lorca Romero, que era maestra. 

La casa natal de Lorca está abierta al público con visitas guiadas en horario de mañana y tarde. En el humilde y acogedor pueblo, muy cerca de la A-92, no faltan referencias y detalles relacionados con el poeta.

Canción de cuna

Ya te vemos dormida.
Tu barca es de madera por la orilla.
Blanca princesa de nunca.
¡Duerme por la noche oscura!
Cuerpo y tierra de nieve. 
Duerme por el alba, ¡duerme!
Ya te alejas dormida. 
 
¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla!


Valderrubio

Una rotonda en Valderrubio nos recuerda a la entrada de esta localidad que Lorca es importante para sus vecinos y que este pueblo fue importante para el poeta. Aquí estaba la casa de labranza de la familia donde Federico pasó los veranos de su infancia en una época en la que el pueblo se denominaba Asquerosa. Los aires tranquilos y el blanco de sus casas conmovieron al joven que posteriormente llevaría la historia de una de sus familias a uno de sus dramas más importantes, La casa de Bernarda Alba. Recientemente ha abierto en la localidad el museo de la Casa de Bernarda Alba en la casa de Frasquita Alba, que además acoge visitas teatralizadas.

Campo

El cielo es de ceniza.
Los árboles son blancos,
y son negros carbones
los rastrojos quemados.
Tiene sangre reseca
la herida del Ocaso,
y el papel incoloro
del monte está arrugado.
El polvo del camino
se esconde en los barrancos,
están las fuentes turbias
y quietos los remansos.
Suena en un gris rojizo
la esquila del rebaño,
y la noria materna
acabó su rosario.

El cielo es de ceniza,
los árboles son blancos.


Granada

La ciudad de Granada está llena de rincones lorquianos. A partir de 1909, el poeta vivió en esta ciudad, pasando fundamentalmente por dos viviendas, una en la Acera del Darro y otra en la Acera del Casino. En el número 50 de la Acera del Darro permaneció la familia hasta 1916 y allí nació Isabel García Lorca. Tras un año viviendo en una casa en Gran Vía, la familia terminó mudándose a una casa más grande en Acera del Casino, lugar por el que pasaron Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez o Hermenegildo Lanz. Precisamente, Falla vivió en el Carmen de la Antequeruela, lugar conocido también como lugar lorquiano por recibir numerosas visitas de Lorca. Cercana a las residencias de Lorca en Granada está la plaza de Mariana Pineda, que sirvió al poeta y dramaturgo para conocer a este personaje histórico del que escribiría una obra.

Otros emplazamientos relacionados con Lorca en la ciudad de Granada son el restaurante Chikito, donde se encontraba el café Alameda que albergó la tertulia El Rinconcillo en la que participó Federico. Tampoco podemos olvidarnos de la Facultad de Derecho, donde Lorca estudió, primero Letras y luego Derecho.

Pero quizás, la mayor referencia de Lorca en Granada es la Huerta de San Vicente, casa de campo donde la familia pasó los veranos a partir de 1926 en la época más fructífera como autor de Federico, por lo que allí fueron escritas algunas de sus obras más importantes.

En el centro de Granada, en la plaza de La Romanilla, se encuentra también el Centro Federico García Lorca, un espacio concebido para conservar el legado del poeta.

Granada

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.

Las que van delante, garzas
la que va detrás, paloma,
abren por las alamedas
muselinas misteriosas.
¡Ay, qué oscura está la Alhambra!
¿Adónde irán las manolas
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa?

¿Qué galanes las esperan?
¿Bajo qué mirto reposan?
¿Qué manos roban perfumes
a sus dos flores redondas?

Nadie va con ellas, nadie;
dos garzas y una paloma.
Pero en el mundo hay galanes
que se tapan con las hojas.
La catedral ha dejado
bronces que la brisa toma;
El Genil duerme a sus bueyes
y el Dauro a sus mariposas.

La noche viene cargada
con sus colinas de sombra;
una enseña los zapatos
entre volantes de blonda;
la mayor abre sus ojos
y la menor los entorna.

¿Quién serán aquellas tres
de alto pecho y larga cola?
¿Por qué agitan los pañuelos?
¿Adónde irán a estas horas?
Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.


Residencia de Estudiantes de Madrid

En el año 1919, Lorca se trasladó a estudiar a la madrileña Residencia de Estudiantes siguiendo a algunos de sus amigos de "El Rinconcillo" y con la ayuda del político Fernando de los Ríos. Hasta 1926 se relacionó allí con algunos de los intelectuales más importantes de España con Luis Buñuel, Salvador Dalí o Rafael Alberti. Lorca alternaría su vida en Madrid con la vida familiar en Granada, ciudad de ambiente provinciano que se le quedó pequeña en sus días de expansión.

La residencia, aún hoy, sigue siendo uno de los centros más importantes del panorama cultural español en la calle del Pinar del barrio de Salamanca. La Residencia de Estudiantes mantiene un servicio de alojamiento para creadores, artistas e investigadores, así como una habitación histórica que recrea las estancias en las que se alojó Federico García Lorca.

Gacela del amor imprevisto

Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada 
era un pálido ramo de simientes. 
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre.

Siempre, siempre: jardín de mi agonía, 
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca, 
tu boca ya sin luz para mi muerte.

Víznar y Alfacar

Una de las grandes incógnitas de la Literatura universal es el lugar donde se encuentran los restos de Federico García Lorca. Los testimonios indican que Federico García Lorca fue asesinado en la carretera entre Víznar y Alfacar. El conocido como barranco de Víznar es un lugar declarado de Memoria Histórica repleto de fosas comunes. En la fosa principal hay un monolito donde se puede leer: "Lorca eran todos. 18-08-2002". Es un lugar que transmite desolación, en plena naturaleza, pero accesible, y que eriza la piel. En mi visita realicé algunas anotaciones:

Una gran lápida luce junto a la carretera: Barranco de Víznar. Al lado, se menciona que es un lugar de memoria histórica de la Junta de Andalucía "por todos los que murieron". Me bajo del coche y, de repente, me veo en un desierto de gente y de historia. El viento se cuela entre el pinar transmitiéndome una agradable brisa de octubre. Entre paso y paso siento el crujir de las ramas y otro chasquido mudo, el de los restos de la tragedia. Sigo adelante superando algo que quiere frenarme sin saber qué. El monolito de "Lorca eran todos" está atestado de flores marchitas. Se pudren en la soledad al ritmo inverso al que sigue creciendo la leyenda literaria de estrofas eternas. Allí apenas queda un verso, no hay mucho más que visitar. La naturaleza en parte lo sabe y solo hay que mirar al frente. Los árboles se han jorobado de tanto dolor, han cedido al peso de la memoria que cargan. Los pájaros lloran. No riegan el campo, pero su trinar es más tímido. El otoño es permanente porque el mundo se detuvo aquella noche y nadie quiso volverlo a poner en marcha.

He dado 266 pasos desde la carretera hasta las fosas comunes, no hay mucho hasta la podredumbre. A la vuelta sigue sin haber más coche que el mío, nadie pasa por allí... aún quedan muchos a los que nos les gusta ese lugar. Al cartel le falta una esquina, hay una pintada, se respira abandono... detalles que no ocultan lo importante. Frente a aquel monolito pensé que podría tener los restos de Lorca bajo mis pies y el latigazo de emoción ha alterado algo dentro de mi cuerpo, no sé qué, pero ya no soy el mismo que llegó.

No muy lejos de aquel barranco, en término municipal de Alfacar, se anuncia el Parque de Federico García Lorca. Es otro de los lugares en los que se ha especulado con la posibilidad de que albergaran los restos, ya que en 1986, en sus obras de construcción, se encontraron restos humanos. A comienzos de 2019 se descartó que Lorca estuviera enterrado aquí. 

Es un lugar artificial, donde se respira la misma soledad, pero donde suena el correr el agua y se pueden leer poemas de Lorca en los azulejos que adornan la plazoleta central. Aparte de aquel espacio, no queda nada: asciende la montaña, gime el barranco, calla el poeta.

La sangre derramada

¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre 
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par. 
Caballo de nubes quietas, 
y la plaza gris del sueño 
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema. 
 ¡Avisad a los jazmines 
 con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla! 

La vaca del viejo mundo 
pasaba su triste lengua 
sobre un hocico de sangres 
derramadas en la arena, 
y los toros de Guisando, 
casi muerte y casi piedra, 
mugieron como dos siglos 
hartos de pisar la tierra. 
No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio 
con toda su muerte a cuestas. 
Buscaba el amanecer, 
y el amanecer no era. 
Busca su perfil seguro, 
y el sueño lo desorienta. 
Buscaba su hermoso cuerpo 
y encontró su sangre abierta. 
¡No me digáis que la vea! 
No quiero sentir el chorro 
cada vez con menos fuerza; 
ese chorro que ilumina 
los tendidos y se vuelca 
sobre la pana y el cuero 
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome! 
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos 
cuando vio los cuernos cerca, 
pero las madres terribles 
levantaron la cabeza. 

Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!