Barrio de Maravillas y la infancia de ojos progresistas de Rosa Chacel

10.04.2020

En 1908, Rosa Chacel, natural de Valladolid, se fue a vivir al Barrio de Maravillas de Madrid, actual barrio de Malasaña. Tenía diez años y ocupó la casa de su abuela materna. Sin embargo, la narradora y poeta, que pasó bastantes años en el extranjero, no escribiría la novela que lleva el nombre del barrio hasta 1976, en la parte final y muy fructífera de su producción, tres años después de su regreso a España y al Barrio de Maravillas. Chacel ganó en el año de su publicación el Premio de la Crítica con esta novela que, en gran medida, refleja su infancia en una época que transita entre el asesinato de Canalejas en 1912 y el inicio de la I Guerra Mundial en 1914. Es decir, las fechas de la autora, de entre 14 y 16 años, coinciden con las de las protagonistas, en esa época en la que se inician los amores, aunque ellas se resisten a ser simples jóvenes casaderas y muestran una gran apertura de pensamiento y su pasión por el arte.

Barrio de Maravillas no es una obra con un argumento lineal fácil de seguir. Si bien la narración comienza con un lenguaje llano y cotidiano, en primera persona bajo la óptica de una niña, Isabel, la fórmula irá cambiando. Vive con su madre en una habitación de un edificio del barrio, dedicada a la costura y con una gran relación con todo el entorno vecinal, donde se encuentra Elena, la niña que vive en el piso de abajo. En el primero de los cuatro capítulos del libro, se habla del día a día de madre e hija, la costura, la relación entre Isabel y Elena y se narra la visita que hacen al Museo del Prado con su desplazamiento en tranvía y el paso por algunos lugares de la capital. Elena es una niña que le da mucha importancia a cualquier detalle, que se hace muchas preguntas y es por lo que quizá, tras la visita al museo y la visión de la figura de Ariadna, todo cambia. La novela muta su lenguaje que pasará a tener muchos momentos de monólogo maduro, con pinceladas líricas y muy reflexivo. Hablará sobre la luz, sobre el barrio y sobre Ariadna, cuyo nombre además es el de la madre de Elena, una pianista que en su juventud se enamoró de un poeta que la dejó embarazada.

La historia de Isabel es diferente y marcará también la relación con algunas otras niñas. Sin padre, las vecinas "no saben cómo su madre la tuvo". Esto hace que las familias de otras niñas la quieran evitar, aunque ella terminará saliendo a flote en sus relaciones sociales. 

Las comadres se inquietan porque sus hijas traten a una chica que es hija de una mujer que la ha tenido... vaya usted a saber cómo.

Es una ilegítima de un marqués para el que sirvió su madre, que mantendrá el secreto salvo porque se lo cuenta al farmacéutico, cuyo hijo, Luis, está colado por Isabel. Precisamente, el libro muestra esa historia de muchas mujeres embarazadas que tenían que dejarlo todo cuando su vientre empieza a crecer para evitar el desprestigio. En este caso, la madre de Isabel hizo intentos por abortar, pero no salieron bien y terminó dejando su trabajo para vivir sola en una pensión.

Cuando uno se va adentrando en el libro, la narración se hace confusa. No se sabe si habla Isabel, Elena, el propio barrio o son todo fragmentos de sus amplios diálogos donde las niñas hablan de su visión de los temas de los adultos. Surgen curiosidades como la expectación por escuchar el sonido de una gramola, las historias de los primeros amores y sus cursilerías o lo que piensan de los besos en la boca. Aparecen también otras niñas, como la muy mencionada Piedita, dando un colorido muy especial al libro, con una visión muy particular de las relaciones sociales, la diferencia de clases, la vida en un barrio de una gran ciudad y la situación de España en el primer cuarto de siglo XX y la tensión política existente.

Un corazón se rompe más silenciosamente que un vaso de vidrio, no causa el estruendo con que se despide de la vida un objeto precioso: se va en silencio y deja silencio al desaparecer. Deja estupefacción porque no solo ya no es lo que era, sino que ya no es lo que iba a ser.

En definitiva, Barrio de Maravillas es una novela coral, de arquitectura compleja, que requiere concentración para captar todos sus matices y que tiene, como principal fortaleza, su riqueza léxica y su contextualización, que marca la mayor parte del contenido trazado por una Rosa Chacel exquisita en su pluma mostrando una visión femenina del mundo, donde frecuentemente el hombre hace de opositor para aquellas niñas que tenían intereses por la cultura y por el mundo de los mayores.